jueves, 7 de mayo de 2009

Cruel mundo que escondes mis duendes lejos,
¡Tan lejos! que no los siento en las noches...
Déjame pasear por el viento entre cantos de hadas
y gnomos de las montañas.

Dejame ser agua clara, humilde,
como los árboles que siempre callados contemplan.
Fundirme entre las aves de paso,
soñar con verdes valles, con el sonido de los ríos
con los sabios de la más recóndita tribu.

Comeré de otros frutos, y beberé de otras aguas
que limpien mi alma de todos los tormentos.
Mis sentimientos serán antiguos instintos
que se perdieron con el tiempo.
Mis manos las que solo sirvan para ofrecer
viejos sacrificios a los Dioses.
Mis plegarias serán cantos a la lluvia,
abundancia para las cosechas...

a la suerte de los que no tienen.
A las bocas hambrientas de amores que se fueron.
A los gritos de libertad de los presos inocentes
a mis palabras ahogadas de soledad y silencio.

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